Los hombres solo vieron una luz brillante que se precipitaba
al río mientras el día declinaba. Al acercarse, descubrieron cuatro caballos
blancos que pugnaban por salir a tierra y, a lo lejos, un resplandor como si el
sol ardiese sobre las aguas. Al mismo tiempo, Helios miraba con tristeza el
cauce del Erídano donde su hijo Faetón había perdido la vida.
Por alguna extraña razón me acordé del carro de Helios al ver la imagen.