Comencé este libro con un poco de reparo. Hace muchos años,
cuando era pequeña y devoraba todas las películas que echaban por la tele (por
aquella época sólo había dos canales y era fácil verlas todas), recuerdo haber
comenzado a ver la película basada en esta novela, protagonizada por Burt
Lancaster y Alain Delon entre otros. El recuerdo que todavía mantenía era el de
que fue una película que no terminé de ver. Ni siquiera creo que la viese más
de diez minutos. Así que, cuando me propusieron su lectura, no estaba muy
segura, pero le di una oportunidad… afortunadamente. Una novela estupenda sobre
la época garibaldina en Sicilia y la decadencia de las clases altas de esta
isla.
Encontramos como tres partes bastante marcadas. Una primera
parte introductoria, breve, que es seguida por el bloque central, que constituye
la mayoría de la novela, en el que vamos viendo el declive de esa nobleza
siciliana representada en la figura del patriarca de la familia de los
Gatopardo, Fabrizio Salina. Todo a través de sus ojos y de sus reflexiones
interiores. El personaje va evolucionando de una rigidez y un inmovilismo de
clase, en la que parece que nada cambiará, a dejarse llevar por las nuevas
corrientes. Incluso a participar en cierto grado en esos nuevos tiempos,
mientras se refugia en sus estrellas, las únicas que se mantienen fieles y
permanentes. Pero esa nueva sociedad está muy alejada de todo lo que ha sido su
vida y la de su linaje, y termina superándole. A través de sus reflexiones se
hace una crítica a toda la sociedad siciliana: la nueva y la vieja; subrayando
el inmovilismo de la isla y de sus gentes y apuntando alguna de sus causas. El
momento más claro de toda esta crítica es durante la conversación de don
Fabrizio y Chevalley. Todo lo que hasta ese momento se nos había ido mostrando
en pequeños detalles es expuesto por el príncipe de manera clara y expresa. Se
trata de una reflexión muy aguda sobre la situación presente y futura de
aquella tierra, dormida y perezosa, según sus palabras. Esta reflexión parece
constituir un punto de inflexión, a partir del cual todo se precipita; la decadencia
parece acelerarse hasta llegar a su punto álgido en el baile dado por la otra
poderosa familia de la isla, los Ponteleone. Curioso que las dos grandes
familias estén representadas por animales felinos: los gatopardo y los “leone”.
La decadencia de los salones de la casa de estos últimos nos adelanta la propia
decadencia de su clase social, todavía poderosa, pero que se ha quedado atrás.
Hay otros momentos en los que el autor nos va informando de hechos futuros, y
todos presagian esta decadencia social y material, y la ascensión de una nueva
clase, más práctica y menos espiritual, pero que, en el fondo, terminará siendo
lo mismo. Este contraste también se ve muy claro en los dos matrimonios que se
ven gestar en la obra: el de Tancredi, sobrino de don Fabrizio; y el de la
sobrina del cura, el padre Pirrone. Ambos realizados más por intereses
económicos que románticos.
La parte central de la novela, como he dicho, va muy unida
al personaje de don Fabrizio Salina y con la clase social a la que pertenece. Y
termina con la desaparición de uno y la otra. La novela podría acabar aquí,
pero hay una especie de epílogo protagonizado por las hijas del príncipe, ya
ancianas, y la constatación de la decadencia total de su casa y de su clase.
La novela sería la historia de una clase, pero, por encima
de todo, es la historia de don Fabrizio Salina, del Gatopardo, como bien nos
había anunciado su título.