En un principio me había parecido muy semejante a “La joven
de la perla” de Tracy Chevalier, libro y autora que me encantan. Y, aunque el
tema de los pintores se trata de manera superficial, fue agradable reencontrar
a Vermeer, esta vez en sus inicios.
La ambientación y el marco histórico están muy cuidados, a
pesar de que ciertos aspectos del comportamiento de la protagonista no acaben
de encuadrarse totalmente en su época. Más parece estar en la nuestra que en la
del siglo XVII. Catrijn se mueve y actúa con una libertad que no creo que tuviesen
muchas mujeres en aquellos años.
El utilizar la primera persona hace que la autora nos vaya
explicando los hechos según la protagonista quiere, con lo que al principio no
contamos con todos los datos y vamos descubriendo la verdadera historia
conforme discurre el libro. Incluso se puede pensar que nos cuenta lo que ella
quiere que pensemos de su forma de guiarse, como si pretendiese que nos
pusiésemos de su parte y no la juzgásemos duramente. Porque si pensamos lo que
hace fríamente tal vez, en algún momento, no nos pusiésemos de su parte. El
resto de los personajes parecen meros medios para conseguir lo que quiere como
comenta Jacob en un par de ocasiones. Tal vez este sea el único personaje que
ve claramente el trasfondo o tal vez sea impresión mía. Ahí estaría el problema
de la primera persona, pues no sabemos si lo que vemos es la verdad o la verdad
que ella quiere mostrarnos.
Lo más interesante, a mi entender, es la visión que nos da
sobre la vida en aquella época con sus momentos buenos y malos y, sobre todo,
el auge de la manufactura de la llamada “porcelana holandesa”. Incluso la
autora reconoce que la historia surgió de una propuesta de su editora para que
escribiese sobre este asunto.