La silueta borrosa del monstruo cada vez estaba más cerca.
Se arrastraba en su dirección sin titubear. Más y más cerca. El hombre tumbado
sobre el césped tanteó a su lado y cogió las gafas para ponérselas. Todo se
hizo más nítido. La oruguita se detuvo a centímetros de su nariz.
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