—Hola, cariño. ¿Ya ha venido el escayolista? ¿Le has
advertido que, o lo deja en condiciones de una vez, o tomaremos medidas?
—Sí, ya está. Voy a recoger los restos que ha dejado.
—Vale, nos vemos.
Ana colgó el teléfono y recogió la bolsa de basura del
suelo. Tenía que recoger los restos del escayolista: aquí un pie, allá una
mano…
Vuelvo a coger con ilusión el bolígrafo y, mientras aumentan las palabras del relato largo que estoy escribiendo, aprovecho para retomar los microrrelatos.
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