Se había acercado a un pequeño prado al dejar de caer las luces del cielo. No era un chico valiente, pero sí muy curioso y el
sonido que había escuchado cuando todo acabó había sido demasiado atrayente
para él. En el momento que la última bola cayó del firmamento comenzó a oírse una suave
música como si miles de voces cantasen a coro. Se lo había dicho a sus padres,
pero ellos no oían nada y le prohibieron salir de casa hasta que las
autoridades competentes explicaran el fenómeno que habían presenciado. Pero
nadie sabía de qué se trataba y todos esperaban y contenían la respiración
aguardando algo, aunque no supieran qué.
Al llegar al prado vio que no estaba solo. Otros compañeros
del instituto habían acudido también al claro y paseaban entre las enormes
esferas que lo cubrían. Algunos, los más osados, deslizaban las puntas de sus
dedos por encima de ellas.
—Están calientes —comentó uno de ellos y el resto asintió y
guardó silencio.
Siguieron paseándose entre ellas, escuchando aquella música que
les había atraído sin saber lo que era ni qué hacían allí. Todos sentían que
debían esperar algo... y en ese momento sucedió.
Me puse a escribir este microrrelato para el blog de mi amiga (El Universo de las Palabras Perdidas) y me di cuenta de que podría enlazarlo con la foto del anterior reto, así que escribí los dos relatos uno detrás de otro. Incluso podría llegar a convertirse en algo más que dos microrrelatos relacionados, ¿quién sabe?.