He tardado en ponerme a escribir la reseña de “Escamas”
porque no tenía muy clara mi opinión. Comencé esta segunda parte con grandes
expectativas debido a la sensación que me había dejado “Seraphina” y mi
convicción de que Rachel Hartman era una gran escritora de fantasía. No me
malinterpretéis; la sigo considerando una de las mejores de esta época. El
final del libro es lo que me ha dejado esta sensación de perplejidad y mi
indecisión a hablar de él.
La historia se inicia después del fin de la primera parte. Era
lógico que comenzase así porque ya nos lo dejó bien claro. A lo largo de la
novela he vuelto a disfrutar de los personajes bien definidos y de la
coherencia de la autora. Todo iba muy bien hasta el final, cuando la autora
parece que tenía ganas de terminar y se ha sacado de la manga un “deus ex
machina” (que se podría haber ahorrado) y se ha ventilado el final con cuatro
ideas y dos conclusiones, dejándome con una sensación de estafa como si me
hubieran robado el final de la historia. Hubiera aceptado que hubiese terminado
mal; era una de las opciones, pero ese “pues vaya” que se me ha escapado no
ayuda a una novela que se estaba desarrollando muy bien. Echa por tierra todo
el trabajo que, hasta ese momento, había realizado la autora. Y me sabe malo
porque volvía a considerar esta segunda parte como un libro estupendo, pero ha
sido como si a la autora se le fueran las ganas de escribir; como si una mano
ajena hubiese tratado de terminar el libro. Y lo peor de todo es que, a pesar
de ser un libro estupendo, ese final ha conseguido que no sepa qué decir sobre
él. Me gustó cómo resolvió (o medio resolvió) el triángulo amoroso, pero cuando
se necesitaba un clímax en la historia para llevarnos hasta el final,
simplemente se desinfló.
Por eso no sé qué decir. Una historia estupenda arruinada
por un final soso. Podría decir que se leyese la primera parte y luego se
dejase el final de la segunda parte a nuestra imaginación. Quizá sí debería
decir eso.
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