Tengo varias tareas pendientes en lo que respecta a los
libros, y una de ellas es leer los originales de Julio Verne. Digo originales
porque Verne ha llegado a mí a través de películas, cómics y libros adaptados a
jóvenes. Así que, cuando en un club de lectura en el que participo se propuso
la lectura de “20.000 leguas de viaje submarino”, no me lo pensé.
Lo primero que me sorprendió fue el enciclopedismo del autor
llevado al límite. Siempre me es grato aprender cosas nuevas en los relatos que
leo, pero en este caso lo encontré excesivo. Par un estudiante de biología,
sobre todo si su interés se basa en el mundo marino, leer este libro tiene que
ser una maravilla. No así para los pobres legos que tenemos que sufrir
interminables clasificaciones de especies, lo que me llevó a saltarme buena
parte de sus explicaciones, aunque seguía disfrutando de su sapiencia.
Disfrutaba de ella hasta que encontré un gazapo del autor que me llevó a
consultar al resto del club para saber si se trataba de un error del traductor
en la edición que manejaba. Fue una sorpresa que uno de los miembros del club
me hiciese llegar un artículo en el que se hablaba, no solo de ese gazapo, sino
de varios más.
Con todo lo anterior no quiero quitar mérito a Verne ni
desanimar a los posibles lectores, al contrario. Puede ser un aliciente más en
su lectura. Lo que no se puede negar es su visión de un posible futuro que, de
haber vivido en nuestros días, hubiera sido contemplado por un sonriente Verne
que nos señalaría muchos de los avances que ahora nos parecen tan corrientes.
Es sorprendente la anticipación del autor en muchas de sus soluciones a
problemas concretos de aquella época. Pero este tema ha sido indicado por
muchas personas antes que yo, no digo nada nuevo. Aunque no por ello dejé de
sorprenderme mientras pasaba página tras página, maravillándome con la
imaginación de este genio.
Me sorprendió también el gusto de Verne por retratar criados
y sirvientes que llevan su dedicación a sus señores hasta el límite; asunto que
encontramos no solo en este relato sino en otros. Aunque el tema principal y el
personaje que lleva toda la obra, sin duda, es el capitán Nemo, hacia el que
terminamos teniendo sentimientos encontrados como el propio profesor. Nemo, un
hombre adelantado a su tiempo y que se aleja del mundo, como otros
protagonistas de libros de aquella época (me viene ahora a la mente Gulliver y
su estancia en el mundo habitado por caballos). En el caso de Nemo no
terminamos de conocer el porqué, aunque intuimos que es un personaje muy
complejo, como lo demuestran sus acciones contradictorias.
En resumen, es un libro para disfrutar y maravillarnos con
la gran visión de futuro de Verne y su habilidad para mostrar un personaje tan
profundo y contradictorio como el capitán Nemo. Las largas clasificaciones de
animales marinos no impiden que disfrutemos con las aventuras de sus
protagonistas.
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