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domingo, 12 de marzo de 2017

Reseña de "1280 almas" de Jim Thompson




Jim Thompson o al menos “1280 almas”, ya que es el único libro del autor que he leído de momento, no es apto para mentes constreñidas por la idea de lo “políticamente correcto”. Este libro no lo es. El protagonista, Nick Corey, es un antihéroe, es todo lo contrario de lo que podríamos esperar… o tal vez no esperábamos que fuese un héroe ni siquiera desde el principio. En ese principio encontramos a un vago e indolente agente de la ley que vive en un pueblucho de 1280 almas, aunque entre estas almas no estén contados todos sus habitantes, por las razones de las que nos habla uno de los personajes en la novela. Este “modélico” agente de la ley se encuentra sometido a su mujer, a los macarras del burdel, al sheriff de un pueblo cercano, a las autoridades… casi, casi a todas las almas de Potts County. Por eso sonreímos cuando se autoproclama como una especie de donjuán. Es zafio, poco inteligente y nada valiente… o tal vez solo sea una fachada para conseguir mantenerse en su puesto no haciendo nada, que es lo único que sabe o parece saber hacer. Sus intentos para mantener ese “statu quo” nos parecen, en un principio, casi infantiles, aunque consigue su objetivo y, encima, ganarse un posterior aliado. Así que con esa conducta infantil y sometida nos comienza a cautivar hasta que descubrimos su mente maquiavélica y su nula moral, aunque lo hace de una manera tan descuidada que no sabemos si hace un esfuerzo real para que las cosas cambien. Pero en este momento de la novela en la que comenzamos a intuir su juego, ya hay algo en él que nos atrae y, a pesar de sus actos, descubrimos que nos estamos uniendo a él en su venganza. En el camino pierde esa “inocencia” que ya no sabemos si era fingida o no, para descubrir a un hombre nuevo con una sola idea en la cabeza, continuar como al principio después de conseguir librarse de todos los obstáculos que pueden impedir su tranquilidad. En un momento dado podríamos creer descubrir cierta ideología en sus acciones, pero esa idea pronto se desvanece; su único dios es él mismo, aunque parezca que ni él mismo lo sepa, ni sepa hacia dónde camina. Solo sabe que quiere continuar del mismo modo que había comenzado, caiga quien caiga y de la manera en que caiga y deje de ser un impedimento. Durante toda la novela creemos que son los demás los que van llevando a Nick a hacer lo que hace, pero no es así; ese paleto de pocas luces no es lo que aparenta.

Una lectura que hay que comenzar con la mente muy abierta y sin tratar de juzgar al personaje, solo seguirle en sus pasos hacia ningún sitio, o mejor dicho, hacia el “no cambio”, aunque el final abierto nos deje con la duda de si las cosas volverán a ser iguales después de haber cambiado.

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