Cuando empecé a leer “El simple arte de matar” de Raymond
Chandler pensaba que iba a ser una especie de manual sobre la escritura del
autor y, en principio, lo era porque comienza con un ensayo sobre las novelas
de detectives. Pero es una introducción a la colección de relatos cortos que
engloba este libro. Podría parecer que el autor nos ha engañado y que no quiere
contarnos sobre su labor de creación de este tipo de novelas. Sin embargo,
cuando se termina la última página vemos que ha sido mejor que el autor nos
mostrase esa técnica en lugar de explicárnosla. Si lo hubiera hecho, tal vez hubiera
sido, como lo es, un breve ensayo porque realmente parece muy sencillo escribir
una novela de detectives. Sigues a un personaje y vas viendo paso a paso todo
lo que ocurre, como si en lugar de leerlo lo estuvieses viendo, como si fuera
una película que pasa ante tus ojos. No hay sorpresas inmediatas. Vemos como
los personajes preparan sus armas y las utilizan, y el resultado es previsible.
Con esto no estoy diciendo que no haya tensión; al contrario. Sabes las
posibilidades y las esperas, aunque no sabes cómo serán. Lo único que tienes
claro es que serán coherentes, no se sacará nada de la manga. Te dejará pistas
suficientes para que tú veas las posibilidades.
Según lo anteriormente dicho, se podría pensar que el estilo
de Chandler sería pobre, pero es todo lo contario. Hay imágenes y comparaciones
tan ricas como los ojos del color del humo; expresiones que nos hacen esbozar
una sonrisa por su lógica y su evocación visual. No tiene que contarnos nada
más para imaginarnos la situación. Y los diálogos. Esos diálogos maravillosos
que no puedes evitar leer dos y tres veces. Además de los diálogos, lo que más
me ha llamado la atención es ese detallismo en las descripciones. Sería fácil
reconstruir cada escenario siguiendo las descripciones detalladas y muy
expresivas que llegan incluso a hacernos oler el ambiente de una habitación o
el perfume de una mujer. Descripciones que te incitan a tomar un mapa y seguir
el itinerario de los personajes calle por calle.
Al ser un conjunto de relatos cortos, podríamos pensar que
no tienen nada en común y así nos sorprendemos con la aparición de personajes
de los que habíamos leído en relatos anteriores, con lo que podríamos
considerar la obra como un relato extenso en el cual el hilo conductor no es
los personajes o las historias, sino el ambiente e incluso podríamos afinar
todavía más diciendo que la protagonista es la ciudad con sus aspectos oscuros
y peligrosos, en la que los personajes se mueven y entrecruzan, viven y mueren.
Y, sobre todo, interactúan.
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