Esta es la tercera entrega de la cruzada de Laura Caxton
contra los vampiros. Las dos primeras me parecieron de lo mejorcito que había
leído sobre vampiros. Entendámonos, lo que hasta la saga de Crepúsculo todos
habíamos creído vampiros, es decir, malos que consideraban a los humanos mero
ganado. Las dos entregas anteriores habían mostrado el aprendizaje de la agente
de tráfico Laura Caxton en su lucha contra los vampiros bajo la tutela de su “mentor”
Jameson Arkeley. Tenía mucha acción y se mantenía la tensión. Teníamos a dos
personas de carne y hueso con sus problemas personales y sus contradicciones
jugándose la vida por acabar con la plaga de chupasangres. Si no habéis leído
estos dos libros y los queréis leer, no sigáis leyendo esta reseña. Si los
habéis leído o no pensáis hacerlo, seguiré con lo que me ha parecido esta
tercera entrega.
Como decía, el buen sabor de boca que me dejaron estos
primeros libros hizo que comenzase el tercero por saber qué había sido de
Arkeley. Se prometía como una lucha épica entre el maestro y la alumna. De ahí
mi desilusión pasadas varias páginas. Arkeley tendría que haber dejado que
Laura fuera pasto de los vampiros y buscarse una alumna aventajada. Por tres
veces a lo largo del libro ella misma nos dice que su mentor le había enseñado
que era estúpido quedarse encerrada en un lugar con una sola salida cuando
luchas con vampiros, y por tres veces la protagonista se mete solita en esa
situación. La “experta” en vampiros, Laura Caxton, alumna del reconocido “cazador
de vampiros” Arkeley, no muere de casualidad por no seguir las normas básicas
que cualquiera de sus lectores, incluso los neófitos en lecturas de asesinos
sabemos: no te refugies en un sitio donde la única salida está protegida por el
malo. A no ser que seas James Bond o un superhéroe, claro. Y luego su burdo
intento de ser la dura de la película. Afortunadamente para ella, Arkeley
perdió sus buenas cualidades al convertirse en vampiro. Es curioso que parezca
más humano que la propia Laura. A modo de broma comenté mientras leía que ya
podía suicidarse el vampiro porque ella no lo iba a matar. Bueno, casi acierto.
Y eso de asustarse de no encontrar la salida en la escena final, siendo que ha
seguido el camino perseguida por un vampiro enloquecido sin dudar un solo
momento y que, ahora que está más calmada, se crea incapaz de volver, no tiene
precio.
En resumen, los personajes han perdido ese toque que me
atraía en los libros anteriores. Como he dicho, el vampiro Arkeley parece tener
más humanidad que la propia humana. La historia no tiene la emoción de sus
predecesoras. Parece más de relleno. Y los despistes u olvidos de la experta no
pueden justificarse. Situaciones que para el lector un poco reflexivo saltan a
la vista, para ella son un trauma y casi recurre a la magia para explicarlos.
Atentos al momento en el que le dispara al corazón al antiguo policía y no lo
mata, y luego se pregunta el porqué. Pensad un poco en lo que acabo de explicar
y seguro que lo descubrís antes que la “experta”.
Es una lástima que se corte así la buena dirección en la que
caminaba esta saga que continúa con dos libros más que ya no tengo tantas ganas
de leer después de esta desilusión.
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